México y China
El presidente electo vuelve a acertar: López Obrador hace ahora un esfuerzo histórico, (incluso muy superior al de Luis Echeverría en la década de los setenta) para crear una relación mutuamente benéfica con el gigante del planeta: la República China.
Claro, ustedes podrán criticar sus acciones argumentando que China de república no tiene nada, e incluso que en el dragón del oriente hubiera sido imposible la elección del mismísimo Andrés Manuel López Obrador como presidente debido a la imperdonable falta de instituciones democráticas dentro del país asiático.
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Pero una cosa es cierta: desde que China, a finales de la década de los ochenta, se vio “obligada” a “comprar” los ideales de la ilustración francesa y, muy particularmente, la escocesa, su economía, como todos lo sabemos, se convirtió en uno de los milagros financieros más memorables y extraordinarios de toda la historia.
¿Y cuáles son esos famosos ideales ilustrados que aquí se mencionan? Muy sencillo: digamos que podemos dividir la teoría económica ilustrada en cuatro dimensiones:
1.- El panadero ama el pan, ¿cierto? Pero cuando yo le ofrezco diez pesos por una de sus piezas y me la vende, significa que el panadero amó más mis 10 pesos que su pieza de pan, lo que a su vez significa que:
2.- Aunque yo amo el dinero, amé más (o sea, preferí) la pieza de pan que mi dinero. Y lo curioso de todo esto es que el resultado invariable de dichas transacciones voluntarias es el enriquecimiento de ambas partes, lo que es uno de los milagros más fascinantes de todas las ciencias económicas.
Un ganar ganar, y no un juego de ganadores y perdedores, por increíble que parezca. Hasta aquí todos de acuerdo, ¿cierto? Pero la ecuación se complica exponencialmente en cuanto le agregamos el factor tiempo. A ver si me explico: dichos fundamentos ideológicos también sostienen que:
3.-Asi tú (el tercero en discordia) tienes una hora de tiempo libre y amas utilizarla para contemplar el océano y, además de eso, eres un individuo que sabe hornear tres panes en una hora y el panadero te ofrece 10 pesos a cambio de una hora de tu trabajo y sus respectivos frutos y tú aceptas su oferta, significa que preferiste hornear tres panes y, consecuentemente, ganarte esos 10 pesos que utilizar tu hora para contemplar el océano.
4.- Así como el panadero prefirió también tu tiempo y tu trabajo (y en consecuencia los tres panes que llegarán a ser horneados) por encima de sus tan amados 10 pesos. Y, como consecuencia de todo esto, ¡las tres partes se enriquecieron! Ganar, ganar y ganar, por sorprendente que parezca, y prueba irrefutable del éxito avasallador de este asombroso fenómeno económico es la gigantesca economía de la china moderna y la de todos los valientes países que se han atrevido a aplicar estas cuatro dimensiones a la raíz de su estructura socio económica.
Así que es aquí, en el punto 3 y 4 donde se diferencia radicalmente la China del ayer de la China contemporánea. La China de antaño consideraba que, en las dimensiones 3 y 4, el panadero te está robando (o sea, explotando) al intercambiar sus 10 pesos por tu hora laboral y el fruto de ésta, a diferencia de lo que sostiene la China moderna, la ilustración europea, americana y latinoamericana, mismas que sencillamente creen que no sólo tus cosas son tuyas sino también tu tiempo y que, como consecuencia de ello, puedes hacer con él lo que se te pegue en gana, incluso “vendérselo” al mejor postor si lo consideras necesario y/o conveniente.
Así que López Obrador, continuando aquella legendaria línea de liberales ilustrados de todo el mundo que se inclina más por la ideología adoptada por la China de hoy que la de ayer, conduce todas sus herramientas diplomáticas para lograr que los panaderos chinos y mexicanos nos vendamos y compremos todo el pan que se nos dé la gana, lo que, en caso de llegar a materializarse, enriquecerá enormemente tanto al águila como al dragón.
Por Carlos Guridi Canizales